Hay algo de filosofía presocrática en el trabajo de Natalia Stachon. La tensión de los elementos, que Heráclito de Éfeso enunciaba en su cosmogonía, es una constante en la atmósfera de exquisitas piezas de factura impecable que nos propone AREA LOAD, en la Galería SCQ. El recorrido propuesto, entendido como un devenir por un espacio expansivo y tensionado, susurra Panta Rei, un constante fluir en el que nada es estático, ni obvio, en el que el espectador entra de repente en su propia experiencia perceptiva y es obligado a repensar el espacio, la arquitectura, los fenómenos, la luz, el tiempo y a sí mismo como mutatis mutandis: entre lo constructivo y lo destructivo, la vida y la muerte.
El viaje propuesto no es, sin embargo, narrativo. Sus historias son paisajes de estados mentales a través de formas reducidas y esenciales, reafirmando, de éste modo, la vigencia de los conflictos del minimal o el conceptual. Hay un conocimiento profundo de los constructivistas polacos, en concreto de Wladyslaw Strzeminski y Kataryna Kobro, en las las “Hanging Constructions” como las Aerostats de los años 20, formas kinéticas suprematistas que tensionan los materiales y los proveen de movimiento y vibración. Así sucede en DRIFT, la primera pieza que nos recibe desde la puerta de la galería, un sistema de angulación espacial del que se suspenden dos grupos de tubos de plexiglás. Su composición actúa como un dispositivo arquitectónico que rompe el vestíbulo de entrada y nos obliga a rodearlo para aprehender su idiosincrasia. Ésta es una de las destrezas de Natalia Stachon, la capacidad de actuar sobre los espacios renovándolos, pensándolos como material modelable, materia prima para la escultura.
Así sucede con sus Inbuildings, construcciones de obra que suele angular en todas sus perspectivas. El resultado es una visión diferente según nuestra posición respecto al objeto. En el caso de SCQ el paralelepípedo, un cubo que termina en un afiladísimo ángulo, actúa rescatando el espacio más oscuro de la galería con una cuchillada limpia. Ese tránsito espacial nos conduce al espacio íntimo y es que éste es el espacio reservado para el color, únicamente el del cobre, brillante y bien pulido, que se enciende cálido bajo la luz intensa de los focos cenitales. Piezas como AJAR o BLINDING 03; AJAR, palabra polaca que designa la idea de paraíso, es un marco en el que aparentemente nada sucede, pero que contiene los paisajes y emociones que proyecte nuestra mirada. AJAR es un display metafísico de enmarcación de la realidad, de exhibición del vacío, apoyado en el suelo con una cierta inclinación como en el momento anterior de ser colgado. BLINDING 03 parece sin embargo fruto de casualidad. Perfiles de cobre apilados que parecen preparados para montar o quizás amontonados después de haber sido utilizados. En ese tiempo indeterminado entre la renovación y la destrucción.
Evocar el vacío como potencia y acto del arte también forma parte de las intenciones metafísicas de la artista. La transparencia manifestada en el uso del plexiglás nos permite ver a través de las mismas piezas, como un guiño al Grand Verre de Duchamp o a Le Vide de Yves Klein. La perversa intención de no querer evocar nada más que la existencia misma de los objetos, tiene algo de representación mágica, de rito sagrado. Algo que también ocurre en ZONING 04, un cubo de plexiglás, de nuevo, deconstruído, sobre una peana de un negro intenso. La contundencia del objeto vacío sobre el pesado soporte destila opacidad y transparencia, luz y oscuridad. Y no encierra nada más que la luz y el aire, nuestro reflejo sobre la superficie o el espacio atravesado. Algo semejante a lo que ocurre en AT STAKE, módulos de plexiglás apoyados en la pared a punto de caer, frágiles, cuyo reflejo secuencia la temporalidad del espacio mientras refracciona la luz, pintando el aire de delicados reflejos de color.
La indiscutible belleza y precisión formal de las piezas de Natalia Stachon (Katowice, Polonia, 1976) supone, sin embargo, un medio y no un fin. Surge como resultado de una metodología de trabajo clásica, primero con pequeñas maquetas que posteriormente son producidas de manera industrial, y después, una vez situadas en los espacios idóneos, alcanzando una profunda dimensión estética. Se nos presentan como experiencias conectoras de nuestros estados atávicos de emoción, placer y cognición humanas, representaciones del pensamiento dialéctico del devenir sometido al logos. Piezas como ríos de agua fresca en los que no nos bañaremos una segunda vez, por lo menos hasta SCQ nos las traiga de nuevo.
DESTACADO
D.-En AREA LOAD podemos ver, además de tu trabajo con el plexiglás, dos series de dibujos. ¿Los concibes como complemento a tu escultura?
N.S.-Los dibujos son mi parte más realista, todo está vacío y blanco. Son dibujos a lápiz realizados de un modo hiperrealista. También los motivos son más narrativos que las esculturas para que los espectadores puedan entrar en otro mundo, o en un mundo que para ellos sea más fácil reconocer. La idea es que todo está vacío y los dibujos realmente sean muy escultóricos, trabajo en ellos la tridimensionalidad, el volumen…para mi es una parte de la escultura, la completa de alguna manera pese a su limitación bidimensional.
D.- Hay una preocupación en todo tu trabajo por la idea de movimiento, de experiencia no estática…
N.S.-Una constante en mi trabajo es el estado de tránsito, estar entre algo, el lento principio que se puede confundir con la desaparición, , el estado entre la construcción y la reconstrucción … lo que me interesa es introducir al espectador en estos estados de pensamiento, de cambio, que se pregunten por la secuencialidad, ¿Cuál es el siguiente paso?, ¿Qué paso se ha dado o se ha podido dar anteriormente? No consiste solo en caminar por el espacio, sino también construir una dimensión física para la reflexión.
Originalmente publicado en la Revista DARDO 19-20
ISSN: 1886-0893-19