Para Gerardo Burmester (Oporto, 1953) la acción pictórica es sólo un medio de expresión artística más. De naturaleza multidisciplinar, su trabajo incluye la práctica performativa y la instalación, aunque la pintura suponga el eje vertebrador de su trabajo. Incluido en un copioso número de colecciones institucionales, como la Serralves o MEIAC y habiendo expuesto en el Centro George Pompidour de París, Kassel o Künstlerwerkstatt de Munich, Burmester supone una de las figuras claves de la escena portuguesa, además de haber sido uno de los artistas conceptuales de mayor relevancia en los años ochenta. Es en este momento cuando trabaja una obra pictórica con referencias neorrománticas de crítica a la situación política portuguesa e internacional del momento. El interés por el conflicto, tanto formal como conceptual, hacen de Burmester un artista que trabaja a varios niveles de interpretación, realizando instalaciones de gran originalidad estética y experimental y de una intensa complejidad.
Burmester vive en París del año 1975 al 1978 mientras compagina su actividad artística con el grupo Puzzle, además de codirigir el Espacio Lusitano en Oporto. Vertebra de ésta manera una práctica multidisciplinar donde se distingue por un gran éxito de su trabajo performático en la década de los ochenta. Desde ahí comienza una trayectoria en la que construye un complejo lenguaje que poco a poco irá puliendo hasta articularse mediante mínimos. Su evolución hacía el minimalismo geométrico, como heredero de Rothko o Mondrian, se consolida en sus trabajos en metacrilato que suponen un paso más en la consciente evolución hacia la abstracción geométrica, pero mediante la fragilidad y la ligereza de un material sintético, luminoso y futurista. Sus pinturas instalación-cuadro devienen idea, fenómeno y experiencia; seductora para un espectador que experimenta el color desde la transparencia. Unas piezas penetradas por la luz que cambian según su intensidad, tiñiendo los espacios en los que habitan de amarillos, anaranjados, lilas, rojos...metáforas abstractas de la experiencia de esplendor; un elemento constantemente asociado a su producción, con una suave cadencia vinculada al tiempo físico y al espacio experiencial.